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Crisis alimentaria, lo que está por llegar

Siempre que nos referimos a nuestro país, el Perú, comentamos y nos sentimos orgullosos de lo que representa para nosotros, al mismo tiempo que podemos dejarnos llevar por la frustración de sentir que tenemos mucho y hacemos poco. ¿Y si hiciéramos menos ante la llegada de una crisis alimentaria? 

Contando con 8 biomas y 28 de los 32 climas del mundo, nuestro país posee un enorme potencial en diversos sectores; por ejemplo, contamos con una vasta variedad y tipos de suelos, amplios recursos forestales, ya que solo la selva amazónica ocupa más del 60% de nuestro territorio nacional. Poseemos más de 1000 ríos, 10 mil lagunas y 3 mil glaciares, mientras que en el oeste nos encontramos con el océano Pacífico y sus dos corrientes, la corriente de Humboldt y la corriente de El Niño, las que nos proveen de cantidad y diversidad de recursos no solamente alimenticios. Poseemos un enorme potencial en energías renovables como la energía hidráulica (principalmente ríos), eólica, solar, geotérmica y de biomasa (obtenida a partir de recursos agroforestales). El Perú es uno de los principales países mineros del mundo y el número 1 de Sudamérica, contando con reservas de petróleo y gas, y se considera uno de los 10 países megadiversos del mundo. 

La pregunta es entonces: ¿qué hemos hecho y qué hacemos con todo esto al respecto? ¿Esperaremos que alguien más lo haga por nosotros?

Todos los recursos anteriormente mencionados forman parte del potencial de nuestro país; y por eso uno de los pilares de nuestra cultura, debe ser la alimentación o seguridad alimentaria, junto con otras actividades fundamentales como la minería, pesca o construcción. Si bien se habla o menciona que el sector agropecuario es fundamental para la dinámica económica y social del Perú, veremos a continuación que eso solo queda en conceptos y frases populares.

El Perú, a pesar del potencial que posee, es dependiente de diversas materias primas importadas, entre ellas diversos tipos de granos fundamentales para la alimentación humana y animal, los que habían ya incrementado el costo por kilo apenas empezó la pandemia por el coronavirus. Esto es debido a las restricciones a nivel mundial, en donde existió una paralización total o parcial de las líneas de suministro y cadenas logísticas. Respecto al aspecto productivo, diversas fábricas y plantaciones aplicaron restricciones de exportación, mientras que las líneas logísticas y operativas de transporte, principalmente naviero, ralentizaron su flujo; esto ocasionó una crisis de contenedores, lo cual incrementó aún más el precio de diversos granos. A esto debemos sumarle la inyección de dólares por parte de la FED (banco central de Estados Unidos), incrementando la inflación y así, propiciando aún más el alza de precios. 

Todo esto guarda relación con los sistemas productivos pecuarios (producción animal), los cuales se han tornado fuertemente dependientes de insumos, componentes y aditivos importados para poder sostener la demanda creciente de diversos productos de origen animal.

En nuestro país, se producen alrededor de 60 millones de pollos al mes (20% destinados a pollerías), 41 460 toneladas de huevo al mes (según gestion.pe), 19 251 toneladas de carne de cerdo mensuales (según León, C. 2021) y 82.35 toneladas de leche (según midagri.pe). 

Para poder mantener el crecimiento de los sectores pecuarios, por ejemplo, durante el primer trimestre del año 2021, se importaron 1.8 millones de toneladas (valor CIF de 521 millones de dólares) (fuente gestion.pe) de maíz, mientras que la producción nacional solo cubre el 23% de la demanda nacional. Algo más complejo sucede con la soya, en donde Perú no es un productor e importó entre enero y julio del 2021 142 419 toneladas  (agraria.pe), lo que significa que el Perú importa cerca del 95% de dicha leguminosa.

La pandemia por el coronavirus incrementó de 720 millones a 811 millones el número de personas que padecen hambre, existiendo la posibilidad de que otras 189 millones de personas más sufran hambruna (www.fao.org); mientras que los precios de los alimentos subieron una media de 2.9% en Reino Unido, 3.6% en Estados Unidos y 4.8% en Japón y Canadá entre el 2020 y 2021, los precios para los alimentos incrementaron en Birmania un 54%, en Líbano un 48% y en Mozambique un 38.3% (www.fao.org). Es decir, la crisis alimentaria (que significa la falta de comida o alimentos para satisfacer las necesidades de las personas) ya había iniciado durante la pandemia en países subdesarrollados; debemos recordar que el Perú está catalogado como uno de ellos.

Ahora bien, dentro de la sumatoria de factores que propiciaron una crisis alimentaria, faltaban dos componentes que pueden llevar a esta situación a poder calificarse como “sin precedentes” o “catastrófica”.  El primero es la guerra ruso – ucraniana y el segundo es el cambio climático. La guerra en Ucrania, catalogada por Keith Good (farmpolicynews.com) como la catástrofe sobre la catástrofe, es una situación no vista desde la Segunda Guerra Mundial. El cambio climático ha provocado pérdida de cultivos de soya y maíz en Sudamérica por sequías e incendios, pérdida de cultivos de maíz y trigo en Estados Unidos por sequías y de la misma forma que en USA en China por inundaciones (www.nytimes.com).

Para posicionarnos mejor en este ámbito, China es el principal productor de trigo del mundo y el segundo en maíz, Rusia es el tercer país productor de trigo y el n° 12 en maíz, Argentina es el cuarto en producción de maíz y el segundo en producción de soya, mientras que Brasil es el tercero en producción de maíz y el primer productor de soya del mundo. 

La guerra en Ucrania y las sanciones que esta ha traído, han complicado seriamente la exportación de maíz y trigo desde Rusia y Ucrania (esta provee el 10% del trigo y el 14% del maíz exportado), debido a las ya mencionadas sanciones y a la incapacidad de utilizar los puertos del mar Negro, de los cuales sale el 85% del grano exportado ucraniano. Asimismo, Rusia es el principal productor de urea del mundo, el segundo en potasa y Bielorrusia es el tercero en este último fertilizante; todos estos claves para la generación de cultivos (Bielorrusia y Rusia presentan sanciones económicas internacionales). 

Svein Tore Holsether, presidente ejecutivo de Yara International, indica que 50% de los cultivos del mundo dependen del uso de fertilizantes sintéticos, mencionando además que los precios ya eran elevados antes de la guerra, debido principalmente a la pandemia y a la crisis energética (costo del gas natural) (www.bbc.com).

Esto ha generado el incremento del 21% en trigo, del 33% en la cebada y 40% en los fertilizantes.

Sumado a esto, como ya se mencionó líneas arriba, China enfrenta su peor cosecha de trigo en décadas planeando comprar un alto número de toneladas en el mercado internacional, pues ha visto comprometido un tercio de sus campos de producción de trigo, lo cual amenaza con desabastecer a diversos países dependientes de dicho grano.

Podríamos decir, entonces, que estamos frente a la peor crisis alimentaria vista en décadas debido a la sumatoria de factores que prácticamente han hecho de esta situación, la tormenta perfecta, como menciona el geopolítico mexicano Alfredo Jalife.

Sin embargo, crisis como las que se encuentran ad portas pueden ser tomadas como oportunidades también sin precedentes si utiliza el potencial social, humano y natural que posee nuestro país no desde un punto extractivista, sino cíclico; generando ecosistemas los más autosuficientes posibles, aplicando conceptos de economía circular y logística inversa con el objetivo de disminuir costos, fugas, mejorando los puntos críticos de control y redireccionando la cadena de valor productiva para volverla no solo más eficiente, sino más variada, versátil y robusta frente a factores externos que, como productores, consumidores y ciudadanos, en un sistema lineal y de volumen productivo, no podemos controlar.

 

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